SI GENERAMOS UN AMBIENTE INNOVADOR, LAS PERSONAS DENTRO DE ESE AMBIENTE DESARROLLARÁN SUS TALENTOS CREATIVOS E INNOVADORES

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Hablar sobre innovación educativa es un ejercicio fácil y difícil a la vez. Si introducimos las palabras “innovación educativa” en Google encontraremos cientos de miles de referencias, desde las cuales trascribir qué es y en qué consiste la innovación educativa es relativamente sencillo, la cosa cambia cuando buscamos la respuesta a la pregunta “para qué la innovación educativa en mi centro de FP” y rizando el rizo, el más difícil todavía, traspasar la barrera de lo dogmático hasta llegar donde las ideas que surgen de esas respuestas se convierten en acciones reales.

En un momento de mi vida profesional, tuve que redactar un proceso de innovación. La estructura está hecha siguiendo un proceso con 2 líneas paralelas que convergen en un punto clave, la generación de ideas. El planteamiento de base es la generación de ideas que den respuesta a retos concretos, cuántas más ideas y más documentadas estén, mayor es la garantía de que seamos capaces de generar innovación.


Una organización que busca generar ideas innovadoras, debe trabajar en las dos direcciones:
  • Por un lado, una identificación de aquellas áreas susceptibles de vigilancia y una planificación de la misma, atendiendo al trabajo que estén desarrollando aquellas entidades consideradas como referentes, así como las tendencias  que se van publicando.
  • Por otro, disponer de momentos donde podamos plantear los retos en un entorno que favorezca las respuestas creativas, utilizando diferentes recursos y herramientas que permitan generar una verdadera cultura de la creatividad.

Generar una verdadera cultura de la creatividad, pasa por cultivar la competencia “pensamiento creativo e innovador”. La estrategia de trabajo para conseguir alcanzar esta competencia, puede ser soportada por la utilización de herramientas de resolución de problemas aplicadas a retos.  Si lo que buscamos es trabajar esta competencia con el alumnado, una fórmula aconsejable es reconvertir la programación de aula en una estructura  basada en retos, donde los resultados de aprendizaje estén incluidos dentro del conocimiento necesario para abordar el reto.

El resumen de la secuencia de acciones que el alumnado debería hacer ante un reto (donde se incluyen los resultados de aprendizaje del DCB) es el siguiente:
  1. Identificar cuál es exactamente el reto.
  2. Analizar qué información es vinculante al reto que se nos plantea.
  3. Obtener y trabajar la información, la vigilancia estaría integrada en este punto y en el anterior.
  4. Generar alternativas que podrían dar respuesta al reto, acción muy ligada con cualquier proceso creativo.
  5. Elegir la alternativa más adecuada y viable.
  6. Desarrollar la alternativa elegida.

Lo cierto es que hay un reto tras el reto, la dificultad que existe en aplazar la primera solución que nos viene a la cabeza. La razón es fácil de entender, nuestra mente tiene un almacén de respuestas automáticas preparada para cualquier consulta que le hagamos. Lo normal es que ante cualquier pregunta que nos hagamos, nuestra mente responda con la primera respuesta preparada, por ejemplo, si pedimos a alguien que haga un avión de papel, hay muchas posibilidades de que el primer avión que construya sea algo similar al de la figura, si preguntamos a alguien “artilugio que sirva para sentarse”, su primera respuesta será “silla”.

Ser consciente de que las primeras reacciones ante un reto son las menos creativas y que es necesario avanzar superando los modelos preestablecidos, es un ejercicio de autoconciencia que requiere un alto grado de convencimiento sobre las bondades que de ello van a derivarse. Además, se suma un elemento emocional, las respuestas preestablecidas dan un marco de seguridad, de saber lo que va a salir, las respuestas diferentes se encuentran en el plano de la inseguridad sobre lo que va a salir, si va a ser útil o va a no servir, surge la emoción del miedo que como efecto inmediato provoca el quedarse bloqueado o el salir corriendo.

En este contexto, queda clara la justificación de para qué NO innovar, es decir, para evitar esa incomodidad que me supondría adentrarnos en terrenos que no conocemos o lo que es lo mismo: “más vale malo conocido que bueno por conocer”, pero falta respondernos a la pregunta para qué SI. Aunque la respuesta que realmente funcione es la que cada uno se dé a sí mismo, la innovación nos va a permitir conectar con nuestros desafíos y nuestros retos en el futuro, evitando en la medida de lo posible los lastres del pasado. Como decía Henry Ford, si él hubiera preguntado en su entorno por el reto de la movilidad le habrían pedido caballos más rápidos, su innovación consistió en romper con el pasado y no conformarse con la primera respuesta ligada a movilidad.

La reacción de nuestro alumnado cuando les planteamos un reto no es otra cosa que la imitación de la forma de actuar del sistema educativo en el que están inmersos. La vida de los centros educativos está llena de retos que en muchos de los casos convertimos en problemas que hay que solucionar rápidamente, perdiendo la oportunidad de generación de ideas potencialmente innovadoras. Existe un ejemplo similar al de Henry Ford, llevamos años ante el reto de la “innovación del proceso de formación” pero la mayoría de nuestras propuestas mantienen los horarios, asignaturas, hora inicio – hora fin, … ¿por qué? Porque nuestra mente nos traiciona con las respuestas que ya tiene preparadas y que hacen que nos situemos en un entorno de seguridad y de “no miedo” a lo desconocido.

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